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Nombre: Mestizo
Ubicación: Buenos Aires, Argentina

Licenciado en Ciencias de la Comunicación(UBA).Hice la Maestría de Periodismo Clarín-Universidad de San Andrés.Trabaje en Clarín,en la seccion de Deportes y Ciudad.También soy redactor en Vocero Boliviano una publicación mensual dirigida a la comunidad boliviana en Buenos Aires y actualmente trabajo en el periodico EL DEBER de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) en la sección de Economía. CONTACTOS: jcsalinas@eldeber.com.bo jcsalinascortez@gmail.com jcsalinascortez@yahoo.com.ar

lunes, enero 09, 2006

Opinión

El hábito no hace al monje ¿o sí?

Lupe Andrade

Para Bolivia, país acostumbrado a las confrontaciones, escisiones, transfugios, disensos y otras formas de desacuerdo, la vestimenta de nuestro presidente electo se ha convertido en un tema de acalorada discusión. Que si debió o no utilizar un “jersey” a rayas para visitar al rey Juan Carlos, que si debe o no debe asumir el mando enternado, enchamarrado, enchompado o emponchado, son temas de comentario y sesuda disertación.

Se dice que el hábito no hace al monje, pero por siglos los monjes han utilizado hábito... y por algo será. Se dice que la vestimenta es tradición, así como señal de respeto hacia sí mismo y los demás. Por cierto, el Papa exige que las damas se presenten con mangas largas y velo en las audiencias privadas (aunque fuesen algunas no muy santas que se diga, como la famosa Madonna). En el caso de reyes, presidentes y mandatarios, siempre hubo y hay toda una gama —según el estilo del personaje—.

En un extremo podemos colocar al káiser Guillermo II, quien se enorgullecía de utilizar el uniforme preciso para todos los actos oficiales, dueño de una colección que abarcaba desde uniformes de la Armada inglesa hasta el impecable atuendo del regimiento cosaco de su primo hermano, el igualmente impecable zar Nicolás. En el otro extremo podemos colocar a Jimmy Carter, de ternos definitivamente de corte gringo, aficionado a utilizar holgados “buzos” deportivos (en los que no lucía nada bien), a Lyndon Johnson de vaquero con sombrero Stetson y botas repujadas de tacón alto y espuelas, o Nikita Kruschev, cuyos ternos horrorosamente mal cortados no hacían otra cosa que aumentar el desgarbo de su corpulencia.

En el medio podríamos mencionar a los chinos de cuello apretado, los africanos de trajes multicolores, Fidel Castro con su uniforme verde olivo (sin ser militar) y los árabes con sus djelhabas. En cuanto a nuestra historia, Bolívar y Sucre eran elegantísimos en impecable uniforme de gala y García Meza no aflojaba la chamarra. Un mundo de opciones.Al fin y al cabo para Evo ¡qué difícil es tomar ese tipo de decisiones! Si se pone un elegantísimo terno, todos los chamarrudos como Jaime Solares y Roberto de la Cruz se revolcarán de ira. Le dirían vendido al imperialismo, blancoide traidor y mil cosas más. Si se pone un hermoso poncho (que le queda requetebién, dicho sea de paso) el Mallku y sus compinches se encargarán de denunciarlo, de asegurar que Evo nunca utilizó poncho antes, y de tildarlo de indigenoportunista.

Si se pone chamarra (por favor no, Evo, no, por favor, me recuerda a García Meza...) será criticado por los diestros y los siniestros.Hay alternativas. La refinada descorbatación de Álvaro García Linera es ejemplar. Con su impecable cuello alto y chaqueta bien cortada, tiene un elegante pie puesto en cada bando. Y recordemos que todo cambia y evoluciona. Jaime Paz rechazó el traje de etiqueta para saludar al mismísimo rey Juan Carlos, y fue criticado a diestra y siniestra por haberse presentado (¡en visita de Estado nada menos!) enfundado en un feúcho terno gris; y, ¿de qué le sirvió la postura? Antonio Araníbar —emebelista a rabiar— luchó contra la corbata durante décadas, para acabar elegantísimo y muy cómodo con unas bellas Hermès al cuello.

Hay otras mutaciones: Kruschev se veía pésimo pero Putin es un figurín. Así es el mundo.En el fondo, retorcerse en el suelo y arrancarse el cabello por puñados por el atuendo informal o mal combinado de Evo Morales es un poco superficial. Tanto europeos como bolivianos deberíamos estar mucho más concentrados en su ropaje mental, en los hábitos de su corazón y mente, en la vestimenta ética y moral que lleva dentro. Deberíamos preguntarnos ¿qué es lo que lo abriga en su alma? ¿Con qué y quién se siente cómodo y desenfundado? ¿Qué fantasmas se ocultan detrás del terno y la corbata?

Los ropajes del alma de Evo Morales, su verdadera “ropa interior”, son los que valen; tengan por seguro que esos ropajes los conoceremos pronto en su verdadera dimensión. Hasta entonces, que se ponga cualquier cosa (¡menos chamarra, por favor, Evito, no chamarra!). Al fin y al cabo, el que atesorará para siempre esas fotos con el Rey o recibiendo la medalla de Sucre será Evo mismo, y si puede verse a rayas sin “rayarse”, allá el. Hay cosas más importantes en las que pensar.