Editorial

Divididos pero unidos


Juan Carlos Salinas Cortez

Se tuvo que esperar la muerte de seis bolivianos para que el tema de los talleres no habilitados y la explotación laboral salga a la luz. Parece que esta sociedad funciona asi. Estímulo - respuesta. Muerte- acción.

Las autoridades argentinas aullaron a los cuatro vientos y juraron mayores controles y cero corrupción. Los bolivianos reaccionaron y clamaron justicia. Uno que otro dirigente de esta comunidad o que busca representar a la misma planteó distintas opticas sobre un mismo tema.

Algunos se pusieron rojos por la palabra esclavos y prefirieron hablar de explotación. Otros explotaron esta palabra y buscaron estirarla al máximo. Y es ahí cuando se produjo el cisma.

Esclavistas versus Explotadores dividio las aguas e hizo perder el verdadero hilo del problema. Y que es que ya no se puede aceptar que en pleno Siglo XXI haya tanta explotación laboral que roza la esclavitud.

Es cierto que esta situación no es exclusividad de los bolivianos. Lo sufren los mexicanos en Estados Unidos. Lo sufren los asiáticos en las factorias de Nike. Lo sufren todos los argentinos que trabajan en negro. Es un problema estructural propio del neoliberalismo. Pero que debe ser cambiado o medianamente discutido.

Y en esta plan las marchas masivas que realizaron los textiles bolivianos es un gran paso. Es un peldaño que sirve para subir y denunciar. Sirve para decir acá estamos, somos nosotros las manos y caras anónimas que el sistema chupa y explota.

Esta visibilización de los bolivianos permitirá que el tema no muera en las hojas o imágenes de los medios. Esta movilización servirá para que futuras muertes no se produzcan con tanta impunidad y que a pesar de los dirigentes y sus conflictos semánticos. Estas protestas sirven para que el sistema no asfixie tanto que el límite entre esclavitud y explotación sea tan fino que no permita diferenciarlos.